Aportes de Humberto Maturana a la psicoterapia
Alfredo Ruiz
La psicología contemporánea todavía aparece muy influida por los paradigmas empiristas, aquellos que aceptan que hay una realidad única y universal, igual para todos y existente con independencia del observar del observador. Según este modelo, el organismo es esencialmente pasivo y únicamente responde a un orden externo dado, donde el sentido de las cosas está de antemano objetivamente contenido. Así, la mente humana se vuelve meramente un receptor pasivo de ese orden externo, lo que la determina casi en su totalidad.
La rígida simplicidad de este punto de vista, sin embargo, ha entrado en una profunda crisis explicativa a partir de los últimos 15 años de una manera concomitante con una convergencia interdisciplinaria (la segunda cibernética, la epistemología evolutiva, la termodinámica irreversible, las ciencias cognitivas, la neurociencia y el neodarwinismo entre otras), desde la cual se está dando lugar a una perspectiva de base totalmente diferente: la de las ciencias de la complejidad.
La noción de ciencias de la complejidad ha emergido en los últimos años en parte como una síntesis de algunas disciplinas tradicionales como la biología, la física y las matemáticas. Los sistemas complejos (por ejemplo, los seres vivos, el cerebro y los sistemas sociales) de los que se ocupan no se encuentran dentro de los confines de una sola disciplina tradicional, sino que para su estudio requieren del conocimiento y las técnicas de varias disciplinas.
Este panorama permite hoy vislumbrar una nueva colaboración entre las «ciencias duras» y las ciencias sociales (como la psicología, la psicopatología, la sociología, la antropología), sobre todo cuando éstas últimas, al decir de Guidano, tienen un atraso de 20 a 30 años respecto de las primeras, atraso que obedece, según el mismo autor, a que las ciencias sociales no se han preocupado de los aspectos epistemológicos. Un ejemplo sobre las «ciencias duras»: Los físicos en los últimos diez años han aclarado los fenómenos que ocurrieron cuando estalló el Big Bang (el inicio del Universo) e incluso han logrado reconstruir los sucesos alrededor de 14 segundos después de esa gran explosión. Pero no lo han hecho especulando, sino construyendo, explicando los procesos y han llegado en lenguaje científico a decir cosas que para los cientistas sociales ni siquiera son pensables, como la existencia de la antimateria; entender que la materia existe únicamente por que está flotando en mares de antimateria, de no materia. Esto ha sido posible para la física porque ha conservado el contacto con la epistemología.
Ahora bien, la concepción de las ciencias de la complejidad, como considera a los organismos vivos en términos de su complejidad, enfatiza desde el comienzo su autodeterminación y autorganización, así como lo abierto y plástico de los caminos de su evolución y desarrollo. El elemento básico de esta perspectiva es la mutación de la noción de realidad y la del observador. Esto llevó a un cambio radical en la relación observador-observado, en la cual ya no se acepta el acceso a una realidad única independiente del observador y, por el contrario, se propone que existen tantas realidades como modos de vivir surgen en cada ser.
La contribución de Humberto Maturana, Premio Nacional de Ciencias Biológicas 1994, a las ciencias de la complejidad es reconocida; también su influencia en el pensamiento y la investigación de muchos científicos relacionados con ellas. Cuando al final de su vida a Bateson le preguntaron acerca de quién podría continuar con el estudio de la «Creatura», el mundo de los seres vivos, él contestó que el centro para ese análisis es ahora Santiago de Chile, a cargo del cual está un hombre llamado Humberto Maturana. Del mismo modo, teóricos y psicoterapeutas como Guidano y Arciero, al hacer referencias específicas al enfoque de Maturana, lo nominan como la «Escuela Chilena». Los aportes más significativos que ha hecho a las ciencias de la complejidad, han sido el rechazo al racionalismo objetivista y a la representación de las teorías de la cognición, la autrorreferencialidad de toda adaptación y conocimiento, el énfasis del lenguaje en la construcción de la experiencia humana y el involucramiento del conocimiento en el ser total, lo cual desafía la dualidad tradicional entre mente y cuerpo que antes de veían separados.
El aporte que la teoría de Maturana ha hecho a la psicoterapia es también vastamente reconocida. De hecho es constantemente requerido para congresos en Chile y el mundo; además, su aporte es entregado directamente como profesor de institutos de formación en esa área.
Es objetivo de este artículo exponer algunas de sus ideas más importantes, y relacionarlas brevemente con la psicología y la psicoterapia.
La teoría biológica del conocer
Señalábamos que la convergencia interdisciplinaria ha dado como resultado cambios epistemológicos en la relación observador-observado. El aporte de Humberto Maturana a la nueva propuesta epistemológica es fundamental. Es el primer científico que desde su hacer de biólogo propone que el conocimiento es un fenómeno biológico y que, por tanto, sólo puede ser estudiado y conocido como tal. Aún más, su proposición es que la vida misma se entiende como un proceso de conocimiento, el cual le sirve al organismo para adaptarse, para sobrevivir. Ningún organismo, por tanto, está interesado en saber si su conocimiento es verdadero o no, cuando eso no importa para su supervivencia. Así la obra de Maturana puede ser caracterizada como un sistema explicativo unitario y ontológico de la vida o de la vivencia. Ontológico, porque ve la experiencia humana desde un punto de vista situado dentro de ella misma y no desde un punto de vista externo o fuera de ella.
Como surge desde su ser biólogo, el enfoque de Maturana permite reflexionar en los términos más amplios, en el sentido de que todo lo relacionado con la vida puede ser explicado desde allí. Desde este punto de vista, la psicología es parte de la biología ya que los fenómenos que estudia se dan en el vivir de los seres vivos. Aunque Maturana le reconoce un dominio propio, cuyo ámbito es el estudio de la dinámica de las relaciones e interacciones que se dan entre los organismos como totalidades, su razonar biológico le hace ver la mente como una instancia de la vida, como una organización dentro de la organización que es la vida misma. La vida y la mente se auto-organizan; son sistemas estructuralmente determinados, autopoiéticos (en el sentido de que los organismos vivos se están siempre auto-creando) y autorreferenciales, es decir circulares.
Este planteamiento ha tenido para la psicoterapia consecuencias incalculables. Desde ya, cualquier cambio que surja en los sistemas humanos por la intervención de un psicoterapeuta, es siempre un reordenamiento de la experiencia del paciente, determinado por el propio paciente y no por el terapeuta. Así, éste último puede sólo «perturbarlo» para gatillar su reorganización, pero nunca «instruirlo»; vale decir, no puede traspasarle «información directa», como postulan las escuelas tradicionales, incluso el psicoanálisis.
El determinismo estructural
Maturana postula también que todos los cambios que puedan experimentar los sistemas autopoiéticos son determinados por su propia organización y estructura. Aunque estos dos conceptos son propiedades de los seres vivos (entendidos en la terminología de Maturana como «unidades compuestas de una clase particular»), no son sinónimos. La organización se refiere a la relación que se da entre los componentes de una «unidad compuesta» y que determina las propiedades de esa unidad. La estructura, en cambio, apunta a los componentes actuales y a la relación que ellos deben satisfacer al participar en la constitución de una «unidad compuesta». En otros términos, los seres vivos mantenemos nuestra organización durante toda la vida; precisamente, el que nos reconozcamos siempre la misma persona, desde nuestra infancia a nuestra vejez, está en relación a que nuestra organización ha permanecido invariante. Pero la estructura es variable: determina qué cambios son posibles para una «unidad compuesta» y que interacciones específicas se requieren para desencadenar esos cambios (el caso, por ejemplo, de quien se recibe de ingeniero, y a los 40 años decide dedicarse a la poesía).
Así, si bien todo un sistema está operacionalmente constituido por su organización, su operación efectiva es realizada en -y a través de- su estructura, de modo tal que, aunque el dominio (o espacio) de interacciones del sistema como totalidad está especificado por su organización, las interacciones efectivas ocurren a través de sus componentes. A la luz de esto, el afirmar que los sistemas son estructuralmente determinados implica que todo lo que en ellos ocurre no está determinado por nada externo a ellos; y que cuando, como observadores, vemos algo que incide sobre un sistema, no es ese algo lo que provoca el cambio, sino sólo lo que desencadena dentro del sistema un cambio estructural que estaba previamente determinado en la configuración del mismo.
En la psicoterapia, esto permite ver que los cambios que el paciente puede experimentar están acotados por su organización, por su identidad sistémica (en otros términos, podrá cambiar sólo hasta el punto en que no corra riesgos su organización). De tal manera, la psicoterapia siempre tiene un límite, límite que está dado por el paciente y no por el terapeuta.
El cierre organizacional y la autorreferencialidad
El cierre organizacional está referido al hecho de que, definida la característica de la unidad del sistema vivo, está en su capacidad el de mantener su integridad. Maturana plantea que la «línea de fondo» es mantener nuestro estatus como tales, que es permanecer vivos. La adaptación, entonces, requiere de cambios estructurales en la unidad de los seres vivos y debido a que ellos son determinados estructuralmente y organizacionalmente cerrados, los sistemas vivos son autónomos en el sentido que sobreviven, prosperan o peligran bajo sus propias leyes de su quehacer. La organización del sistema vivo es circular, autorreferencial, recursiva y su organización es una organización cerrada, y por lo tanto autónoma.
Si esta noción la trasladamos al sistema de conocimiento humano, entendemos claramente a Guidano cuando habla de «la característica esencial de considerar la habilidad autorganizativa del sistema de conocimiento humano como un acotamiento evolucionario básico que a través de la ascensión maduracional hacia habilidades cognitivas mas altas, progresivamente estructura un sentido total de autoidentidad con los inherentes sentimientos de unicidad y continuidad histórica. La capacidad de autoidentidad estructural y estable permite la continua y coherente autopercepción y autoevaluación frente al devenir temporal y a un medio cambiable o mutable. Por esta razón, la mantención de la perpcepción de la identidad de uno mismo llega a ser tan importante como la vida en si misma; sin la individualidad o identidad seríamos incapaces de funcionar apropiadamente y se perdería al mismo tiempo nuestro sentido de realidad. La mantención de un sentido de individualidad y unicidad personal a través del ciclo de vida resulta de la actividad autopoiética. Nosotros somos de la manera que somos debido a nuestras historias de interacciones con el mundo y no con nuestra historia pasada, más bien somos siempre el presente y preparándonos para perpetuarnos a nosotros mismos».
Esto significa, desde el punto de vista de la psicoterapia, que el paciente estará siempre limitado por su identidad, vale decir, no puede haber cambios mas allá de su manera particular de darle significado a sus experiencias. El cambio terapéutico es la reestructuración, en el paciente, de la manera como el significado está organizado. El significado sigue siendo el mismo. Se cambia la estructura, pero no la organización.
El Multiverso
Si, como señala Maturana, se niega la realidad objetiva independiente del observador y, como lo planteó en su «Ontología del observar», se reconoce al observador como un participante constitutivo de lo que observa, el cambio que aquí se propone es evidentemente radical: el paso de un Universo, es decir, de una realidad objetiva unívoca que es igual para todos, a un Multiverso, en que cada mundo construido por el observador es igualmente válido y único respecto de otros.
Desde el punto de vista de la terapia, la existencia de estas dos concepciones de la fenoménica psicológica -y, por tanto, la existencia de dos visiones distintas de lo que le sucede en el diario vivir a la persona que consulta; de dos concepciones diferentes de lo que pasa en la transformación que tiene lugar en ella como resultado de la terapia-, implicarán dos modos diferentes de hacer terapia. En el primero, el creer que existen un universo y que tenemos acceso a él coloca al terapeuta en una posición de privilegio: es portador de la verdad y cree que esta verdad la transmitirá al paciente. En la otra posición, la sugerida por el Multiverso de Maturana, el terapeuta no se percibe como portador de la verdad y considerará que el mundo que construye su paciente es su único mundo posible.
La noción de lenguaje
Otro de los aportes más extraordinarios de Humberto Maturana es su teoría del lenguaje; de hecho, para teóricos como Guidano, no existe en la actualidad otra mejor y más exhaustiva.
Para Maturana el lenguaje, como fenómeno de la vida, pertenece a la historia evolutiva de los seres humanos. Son los humanos los primeros y únicos animales (primates, concretamente) que tienen la peculiaridad de vivir -en un fluir constante e ininterrumpido- una doble dimensión simultánea de experiencia: la primera es la experiencia inmediata (las emociones), que nos ocurre a todos los animales y según la cual algo simplemente pasa; la segunda, que nos ocurre sólo al primate humano, es la explicación, que tiene lugar en el lenguaje; sólo en el lenguaje por ejemplo, se admite la existencia de categorías como lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, que permiten comprender ese algo que pasa.
Ahora bien, el lenguaje consiste en un operar recurrente de lo que Maturana denomina coordinaciones de coordinaciones conductuales consensuales. Según ellas cada palabra o gesto no está relacionado con algo exterior a nosotros, sino con nuestro quehacer y con nuestra coordinación para ese quehacer con los otros. Son precisamente ese quehacer, y las emociones que están en su base, lo que específica y da a nuestras palabras su significado particular. Por esto, a nivel de la experiencia inmediata no se puede diferenciar lo que es una ilusión de una percepción; sólo lo logramos en el lenguaje.
Y ya que sólo a través del lenguaje el ser humano puede explicar su experiencia en el vivir y asimilarla a la continuidad de su praxis de vida, el comprender es inseparable de la experiencia humana: todo el reordenamiento racional cognitivo que pueda elaborarse se basa, en premisas tácitas que han sido proporcionadas por la experiencia inmediata. En palabras de Maturana: «Todo sistema racional tiene una base emocional y esto explica por qué no se puede convencer a nadie con un argumento lógico si no se ha aceptado antes su premisa a priori». Desde el punto de vista de la psicoterapia, este planteamiento es una alternativa a los enfoques racionalistas que postulan que mediante el ejercicio de la lógica formal es posible cambiar las emociones del paciente.
Pero, además, Maturana va más allá y acuña el término lenguajear, con el que denomina a la relación dinámica y funcional que se da entre la experiencia inmediata y la coordinación de acciones consensuales con los otros y aclara que este lenguajear está constituido por la relación entre las emociones y el lenguaje.
Esta concepción revierte el enfoque empirista clásico que ve al lenguaje como simple transmisión de información de un individuo a otro, postura que está hoy tan vigente que no se prevé un cambio ni en la próxima década. En este sentido, la propuesta de Maturana -con su significado emocional y no racional- tendrá que ser reconocida como la teoría más explicativa. En su enfoque ontológico el lenguajear corresponde a una expresión de la temporalidad humana: todo lo que ocurre, ocurre en el lenguaje, en el aquí y en el ahora.
En la actualidad, estas ideas están permitiendo el desarrollo de lo que se ha dado en llamar la trama narrativa o el pensamiento narrativo en la construcción de la experiencia humana, que sin duda será fundamental en la comprensión de la experiencia humana y, por lo tanto, en la psicoterapia del futuro.
La concepción de cultura
Para Humberto Maturana la experiencia humana tiene lugar en el espacio relacional del conversar. Esto significa que si bien desde un punto de vista biológico somos homo sapiens sapiens, nuestro modo de vivir -vale decir, nuestra condición humana- tiene lugar en nuestra manera de relacionarnos unos con otros y con el mundo que configuramos en nuestro diario vivir mediante el conversar.
Sostiene que una cultura es una red cerrada de conversaciones y que el cambio cultural ocurre cuando se produce un cambio de conversaciones en esa red; cambio que surge, se sostiene y se mantiene en el emocionar de los miembros de la comunidad. De ello se desprende que lo humano es cultural: surge como un modo de vivir en el conversar, en redes de conversaciones, en un entrelazamiento entre el lenguajear y el emocionar. Esto significa, siguiendo a Maturana, que toda la experiencia humana se da en el momento presente; no existe una programación anterior ni obedece tampoco a intenciones.
Aún más, tampoco en el proceso de la evolución, sea éste biológico o cultural, existe un camino preestablecido. El devenir evolutivo es una deriva, en tanto que el presente evolutivo humano es resultado de un proceso que conserva una manera de vivir y no un logro de proceso de adaptación.
En el campo de la psicoterapia, el planteamiento de la psicología hasta hoy es que la experiencia humana ya está construida y compuesta de pensamientos, emociones, conciencia, sensaciones, impulsos, etcétera. El aporte de Maturana es mostrarnos que esta concepción es un fenómeno cultural, y que tanto el terapeuta como el paciente pueden participar de ese sistema. Por ejemplo, el marido en crisis matrimonial que consulta para que el terapeuta le diga si él es el responsable o su señora de los problemas que están sufriendo. Aún más, pueden pedir un consejo sobre si se separan o no. Desde la perspectiva sugerida por la propuesta de Maturana, no habría respuesta posible en esos términos, porque la experiencia emotiva no está predeterminada.
La Biología del Amor
Maturana es el primer científico que desde su hacer como tal explica el amor. En su propuesta, el amor no es una cualidad o un don, sino que como fenómeno relacional biológico, consiste en las conductas o la clase de conductas a través de las cuales el otro, o lo otro, surge como un legítimo otro en la cercanía de la convivencia, en circunstancias en que el otro, o lo otro, puede ser uno mismo. Esto, entendiéndose que la legitimidad del otro se constituye en conductas u operaciones que respetan y aceptan su existencia como es, sin esfuerzo y como un fenómeno del mero convivir. Legitimidad del otro y respeto por él o ella, son dos modos de relación congruentes y complementarios que se implican recíprocamente. El amor es un fenómeno biológico propio del ámbito relacional animal, que en los mamíferos aparece como un aspecto central de la convivencia en la intimidad de la relación materno-infantil en total aceptación corporal. De acuerdo a Maturana, nos enfermamos al vivir un modo de vida que niega sistemáticamente el amor.
Maturana sostiene que el proceso terapéutico es siempre el mismo, cualquiera sea la forma de la psicoterapia, y que se obtiene cuando el terapeuta logra, mediante su interacción con el paciente, guiarlo, conducirlo inconscientemente, en el abandono de la negación sistemática de sí mismo y del otro, y en la recuperación de la biología del amor como la manera o hilo central de su vivir.
En conclusión
Esta manera de concebir lo humano de Humberto Maturana puede tener consecuencias en un cambio en el experimentar de lo humano que puede conducir a que se le dé mayor importancia a la afectividad y a las emociones y menos énfasis a la eficiencia, los logros y la tecnología que son tan apreciados por la modernidad.